La vieja nodriza de Medea informa sobre los antecedentes del drama. Resume el mito de los Argonautas. Cómo Jasón llegó al país de Medea en busca del "Vellocino de Oro". Medea se enamoró de él, le ayudó a conseguirlo y, tras matar a su propio hermano Absirtos, para favorecer su fuga, se refugió con Jasón y sus hijos en Corinto. En esta ciudad, Jasón está a punto de abandonarla, porque va a desposarse con Glauce, la hija del rey Creonte. La nodriza describe la actitud de Medea, ofendida por el ultraje de que se siente víctima: "Sus hijos le inspiran horror, no siente la alegría de verlos. Me temo que adopte una decisión desesperada, porque es una mujer terrible". /// Llega el pedagogo con sus hijos y anuncia a la nodriza que el rey ha decretado el destierro de su señora: "Se dice que Creonte va a expulsar a estos niños del suelo de Corinto juntamente con su madre". /// La nodriza, que conoce a fondo el carácter exaltado de Medea, presagia una horrible desgracia y recomienda al viejo pedagogo que mantenga a los niños alejados de su madre.
Se oyen en el interior del palacio los gritos de Medea, que maldice su negra suerte, su casa e incluso a sus propios hijos. La nodriza y el Coro, formado por mujeres de Corinto, la acompañan en sus lamentaciones y expresan sus temores. Después, por consejo del Coro, la nodriza entra en el palacio e intenta que salga de él Medea, pensando que el consejo de personas amigas puede calmar su furia.
Sale Medea y lamenta ante el Coro la suerte desdichada de todas las mujeres, especialmente la suya, ya que, sin parientes, sin amigos, asesina por culpa del hombre amado, está a punto de ser abandonada por él: "Este accidente imprevisto que acaba de abatirse sobre mí me ha destrozado el alma. Todo ha terminado para mí; he perdido la alegría de vivir; sólo me quedan ganas de morir. El que lo era todo para mi, mi esposo, ha resultado ser el peor de los hombres. Nosotras, las mujeres, somos los seres más desgraciados. Para empezar, debemos prodigar el dinero para comprar un marido y dar un dueño a nuestro cuerpo. Cuando un hombre se cansa de la vida del hogar, se va fuera a olvidar las penas de su corazón; en cambio, nosotras… Se dice de nosotras que vivimos una vida exenta de riesgos en casa, mientras ellos combaten en la guerra, pero yo preferiría estar tres veces en primera línea, con el escudo al lado, a parir una sola vez". /// Llega Creonte y dice: "Medea, sal inmediatamente de esta tierra para el exilio, con tus dos hijos. No regresaré a mi palacio, hasta haberte arrojado fuera de nuestras fronteras. Temo que causes a mi hija algún mal irremediable.". /// Medea finge que se resigna a vivir marginada, abandonada por su marido. Después, pide a Creonte que le conceda el plazo de un solo día, ya que debe preparar su salida para el destierro. Vencido por sus insistentes ruegos, el rey accede a ellos.
El coro lamenta que se haya perdido el respeto a los juramentos y la situación de Medea.
Aparece Jasón y ambos esposos se enzarzan en una disputa llena de dramatismo. Jasón atribuye al dios Eros la conducta de Medea: "Eros te obligó, con sus dardos inevitables, a salvar mi persona". Después recuerda a Medea las ventajas de que ella ha disfrutado desde que abandonó su patria. A continuación, trata de justificar sus "nuevas nupcias", alegando que son un matrimonio de conveniencia, ya que en ellas sólo ve el único medio de asegurar un futuro digno para sus hijos y para la propia Medea, que habría podido vivir en Corinto, tranquila y honrada, si no se hubiera mostrado tan violenta. Luego, le ofrece ayuda económica y el apoyo de sus amigos, para sobrellevar el destierro. Medea, obnubilada su mente por el odio, rechaza toda ayuda. Después, alterna los reproches más apasionados con la exposición de su propia miseria y desolación, a la vez que profiere contra su marido las frases más despectivas y las más fieras amenazas.
El Coro exalta el poderío de Cipris, diosa del amor.
Llega Egeo, rey de Atenas, que ha ido a Delfos a consultar el oráculo de Apolo, porque no tiene hijos. Medea le informa sobre su propia situación y le pide que le conceda hospitalidad en Atenas. A cambio, le promete resolver el problema de su esterilidad con sus infalibles remedios. Egeo accede a su petición. Medea consigue que Egeo jure por la Tierra, por el Sol y por todo el linaje de los dioses, que nunca la entregará a sus enemigos.
El coro elogia a la ciudad de Atenas.
Medea expone, por fin, sus planes: "Enviaré a uno de mis servidores a Jasón, para rogarle que venga a verme. Cuando llegue, le diré que sus deseos son los míos y que apruebo su boda regia, que sus decisiones son provechosas. Le pediré que mis hijos se queden aquí, ya que no quiero criarlos en país hostil; pero sólo a fin de matar con mis engaños a la hija del rey. Porque voy a enviar a mis hijos con regalos, para que se los lleven a la esposa, a fin de evitar el destierro: un delicado peplo y una corona de oro cincelado. Si ella acepta estos adornos y los pone sobre su cuerpo, morirá de modo espantoso y, con la joven, todo aquel que la haya tocado: tal es el efecto de los venenos con los que voy a ungir estos presentes. Estoy dispuesta a matar también a mis hijos y, tras haber arruinado a toda la casa de Jasón, saldré de este país". /// Cuando llega Jasón, simula que está arrepentida de su anterior arrebato de ira y que accede a la boda proyectada. Después, le ruega que interceda ante Creonte, para que éste permita a sus hijos vivir en Corinto. Jasón piensa que Medea ha recobrado el juicio.
El coro deplora la suerte de los hijos de Medea.
Vuelve a escena el pedagogo con los niños y cuenta que los regalos han sido aceptados. Se asombra al ver llorando a Medea, pero imagina que está afligida por su inminente destierro. Despedido el pedagogo, Medea, en un monólogo, da rienda suelta a los sentimientos encontrados que torturan su mente y su corazón. Fluctúa entre sus irrefrenables ansias de venganza y el amor que le inspiran sus hijos: "Mi corazón desfallece cuando veo la brillante mirada de mis hijos". Los llama y los cubre de besos entre lágrimas sinceras. Vacila, piensa abando¬nar sus planes respecto a ellos. Hace que se vayan y vuelve a llamarlos, dudando entre satisfacer su pasión y cumplir los designios del hado. Prevalecen, por fin, sus ansias de venganza. /// El pedagogo describe los desgraciados acontecimientos que han tenido lugar en el palacio de Creonte. Un mensajero cuenta con más detalle lo ocurrido; dice a Medea: "Han muerto la joven princesa y Creonte, su padre, víctimas de tus venenos. la corona de oro, colocada sobre su cabeza, lanzaba un prodigioso torrente de llamas devastadoras y el delicado peplo devoraba la blanca carne de la desdichada. Cuanto más sacudía ella sus cabellos, tanto más aumentaba el resplandor de la llama. Cae, por fin, al suelo, sucumbiendo a su mal. Su desgraciado padre se arroja sobre su hija muerta. Estalla en sollozos, la estrecha entre sus brazos y la cubre de besos. Cuando puso fin a sus lamentos y sollozos, intentó levantar su anciano cuerpo, pero, como se adhiere la hiedra a las ramas del laurel, se quedó pegado al delicado peplo y se produjo un forcejeo horrible y el desdichado entregó su vida. Yacen ahora muertos, juntos, la hija y su anciano padre".
El coro presagia la catástrofe que se avecina sobre los niños.
Tras los cantos del Coro, se escuchan los gritos de éstos, que piden auxilio. Llega Jasón, dispuesto a salvarlos de las iras de los corintios, que tratan de castigarlos por haber sido portadores de los nefastos regalos que han causado la muerte de su rey y de la hija de éste. Jasón exclama: "He venido a salvar la vida de mis hijos". El corifeo le dice: "Tus hijos han muerto a manos de su madre". Jasón, enfurecido, pretende entrar por la fuerza en su hogar, para castigar a Medea, pero ésta aparece, de modo prodigioso, sobre un frontón de la casa, en un carro tirado por dragones alados, llevando consigo los cadáveres de sus dos hijos. Dice a Jasón: "Ellos ya no viven. Esto te matará". Se sucede una serie de imprecaciones mutuas. Medea acusa a Jasón de haberse labrado su propia ruina y le niega la gracia de ver y tocar, por última vez, los cuerpos de sus hijos, a los que ella dará sepultura donde nadie pueda ultrajarla. Jasón invoca la venganza de Zeus y con sus palabras finaliza la obra.