
EURÍPIDES
Según la tradición, Eurípides nació el mismo día que se desarrolló la batalla de Salamina, el 480 a.C.
Algunos comediógrafos le amargaron la vida con sus burlas, presentándolo como hijo de un buhonero y una verdulera. En realidad, Eurípides fue hijo del mercader Nearco y nació en Flía, en el corazón del Ática.
Sus tragedias reflejan la influencia de los sofistas y filósofos en la formación del poeta. Los antiguos lo consideraban discípulo de Arquelao, Anaxágoras, Protágoras y Pródico.
Los cómicos hacen alusiones irónicas y burlescas a su vida conyugal. Se le tachaba de misógino. Los atenienses de su tiempo no veían con buenos ojos la audacia con que presenta a las mujeres, porque no estaban habituados a analizar seriamente la mentalidad femenina, y en sus obras las mujeres actúan y filosofan con la mayor desenvoltura.
A los 71 años de edad marchó de Atenas a Magnesia de Tesalia y después a Pella, a la corte del rey Arquelao de Macedonia (408); allí murió dos años después (406 a.C.). Su muerte estuvo rodeada de algunas leyendas; según una de ellas, murió desgarrado por una jauría.
Así como Sófocles es un poeta que irradia serenidad, Eurípides es un espíritu atormentado y agresivo, que refleja una época de fracasos para Atenas, enzarzada en una desastrosa contienda contra Esparta.
Solo alcanzó cuatro victorias, la primera cuando ya contaba 43 años. Medea, que fue descalificada, quedando en tercer lugar en el concurso, fue una de las obras más imitadas posteriormente. Aristófanes, en Las Ranas, hace decir a Esquilo en el Hades, que él no tenía consigo sus dramas, porque seguían viviendo en el mundo, y que, en cambio, Eurípides tenía allí los suyos, porque habían muerto con él. De hecho, sucedió todo lo contrario, ya que su prestigio y su fama fueron postumos y su popularidad fue increíble.
La Comedia Nueva se benefició de su rica temática. Más tarde, se convirtió en el dramaturgo predilecto del helenismo.
Eurípides fue un auténtico "Filósofo de la escena", como se le llamó en la antigüedad. Era consciente de que la poesía, la tragedia, debía estar al servicio de las nuevas ideas y servirles de vehículo. Amigo de Sócrates, quiso convertir el teatro en tribuna desde donde se impartieran al público esas nuevas ideas.
De las numerosas obras que se le atribuyen, nos quedan 17 tragedias y un drama satírico, El Cíclope. Es discutible la atribución de Reso, que parece más bien obra de un imitador del s. IV.
En su técnica teatral se muestra rebelde frente a la tradicional, consolidada por Esquilo y Sófocles.
El conservador Aristófanes ataca, con apasionada furia, al progresista Eurípides; en Las Ranas somete a una crítica despiadada toda su creación dramática, parodia burlescamente sus más aterradoras escenas, ridiculiza su presunta sabiduría, su música excesiva, sus largos y rebuscados prólogos y lo populachero de sus cantos.
En los prólogos, que suelen aludir a hechos pasados, un personaje informa al público sobre los antecedentes del drama.
Frente a las tragedias de Esquilo y Sófocles, obras con escasa intriga, cuyo interés radica, sobre todo, en la exposición de los horribles sufrimientos del protagonista, víctima de su infausto sino, Eurípides prefiere la acción, la anécdota, la intriga, lo novelesco o la "anagnórisis".
Recurre con frecuencia al deus ex machina, raramente empleado por sus predecesores.
Tiene una tendencia a complicar la acción y la libertad en el tratamiento de los mitos.
La estructura de sus tragedias difiere también de la empleada por Esquilo y Sófocles. En Las Troyanas, más que una acción, hay una serie de episodios yuxtapuestos, unidos tan sólo por la presencia en escena de Hécuba, la viuda de Príamo. Hécuba consta de dos mitades mal conjuntadas. Andrómaca ofrece una acción muy escasa, sin conexión entre sus dos partes.
Se siente condicionado por la costumbre de tratar los temas mitológicos o épicos tradicionales. No cree en ellos ni quiere que los crea su público, por lo que procura "modernizar" a los personajes convencionales. Toma sus nombres, pero modifica sus caracteres, sus leyendas y hasta su lenguaje, acercándolos lo más posible a la actualidad.
Eurípides se debate entre una sociedad conservadora y el progresivo avance del racionalismo, que pugna por erradicar los valores tradicionales. La guerra del Peloponeso contribuía a la desintegración de éstos, ya que los fracasos militares iban minando la confianza de los atenienses en los ideales que habían propiciado su creencia en una democracia en la que imperaba la libertad de pensamiento y de expresión.
Aristófanes fustiga a Sócrates y los sofistas, a quienes considera responsables de este conflicto ideológico. Eurípides no podía rechazar el mito, base del teatro griego, pero procuró adaptarlo a la problemática de su tiempo.
En sus tragedias no está presente la rigidez heroica. Sus protagonistas son hombres de carne y hueso, cuyos problemas son similares a los de la sociedad circundante. Aparecen mendigos, desheredados de la fortuna,... Se tratan temas de actualidad: esclavitud, guerra, matrimonio,... Aparece también la Retórica, enseñada por los sofistas, en sus diálogos, en los que vemos una exposición fría y lógica de argumentos, destinados a conseguir la victoria sobre el adversario.
Para Eurípides, el teatro tiene un valor educativo, gracias a su crítica del legado mítico y a su escepticismo. Esta actitud le valió fama de ateo.
En sus obras el hombre no es ya esclavo de su destino, como sucedía en las de sus predecesores. Por ejemplo, en Las Bacantes e Hipólito, sus protagonistas son los que provocan personalmente su propia ruina. En Las Suplicantes, el mito apenas tiene interés en sí; lo verdaderamente importante es la creencia en un mundo basado en la ley y el orden, encarnado por Teseo.