El dios Lar expone con todo detalle la situación: Euclión ha encontrado una olla llena de oro, escondida por su abuelo y confiada al dios Lar para su custodia. Murió sin revelar el secreto a su hijo. Euclión tiene una hija, Fedria, quien reza y realiza ofrandas cada día al dios Lar. Este, en atención a ella, ha hecho que Euclión descubra la olla, para que, si quiere, pueda casar a su hija sin el problema de la dote.
Euclión comienza a proferir amenazas contra su vieja esclava Estáfila, quien se extraña del raro comportamineto de su amo.
Antes de irse de casa, Euclión ordena a su esclava que procure no dejar entrar a ningún extraño en casa. Incluso, si viniera la Buena Fortuna, que no la deje entrar.
Eunomia, hermana de Megadoro, viejo solterón reacio al matrimonio, pretende casarlo. Este accede si es con Fedria, la hija de su vecino Euclión, aunque sea pobre y no pueda aportar dote.
A su regreso del foro, Euclión se encuentra con Megadoro y le comenta que tiene una hija, Fedria, soltera y ya mayor, a la que no hay quien case, pues no puede aportar una dote. Megadoro le contesta que está dispuesto a casarse con ella sin dote. Euclión, al principio, cree que se está burlando de él, pero acaba concertando la boda de su hija con él. Comienza a sospechar que puede que sepa lo de su oro.
Euclión comunica la boda de su hija con Megadoro a su esclava Estáfila. Esta se alarma, pensando que se va a descubrir que Fedria está a punto de dar a luz.
Estróbilo regresa del mercado, donde ha alquilado dos cocineros y dos flautistas, y divide todo en dos partes. Una flautista y un cocinero con la mitad de la comida irá a casa de Euclión y los otros dos con la otra mitad de la comida a casa de su amo. Ha sido encargado así por Megadoro.
Estróbilo comunica a Estáfila que Megadoro le encargó estas provisiones, los cocineros y la flautista para la boda.
Pitódico sale de casa de Megadoro para ver cómo van los preparativos en la otra casa.
Vuelve Euclión de la compra comentando lo caro que está todo. Al llegar a casa, se extraña del barullo que se ha organizado en ella. Se está haciendo los preparativos para el banquete nupcial. La generosidad de Megadoro, que no repara en gastos, ha llenado la casa de Euclión de criados, cocineros y músicos.
Congrión sale asustado y gritando ante la actitud de Euclión.
Euclión persigue a Congrión creyendo que le ha robado la olla.
Euclión sale de casa contento, al comprobar que la olla está a salvo. Luego ordena a Congrión que entre en casa a seguir con sus tareas.
Euclión no se fia de las intenciones de Megadoro.
Se presenta Megadoro y Euclión le echa en cara que le ha llenado su casa de ladrones. Este no le hace caso y le dice que ha mandado traer a su casa una garrafa de vini añejo para que se alegre. Euclión piensa que trata de emborracharlo para arrebatarle la olla.
Euclión decide esconder su olla en el templo de la Buena Fe que está cercano.
Estróbilo, esclavo de Licónides, el sobrino de Megadoro, expone los deberes de un buen esclavo y añade que su amo le ha enviado para que le tenga al coriente de todo lo que ocurre.
Mientras Euclión suplica a la diosa Buena Fe que vele por su tesoro, lo está escuchando Estróbilo y, cuando aquél se va, intenta apoderarse de la olla. Pero, aguijoneado por negros presentimientos, Euclión vuelve inmediatamente al templo.
Euclión sale del templo de la Buena Fe tirando del esclavo, al que acusa de robarle el oro.
Estróbilo piensa que Euclión se verá obligado a cambiar de lugar su olla y estará atento.
Euclión, tras recuperar su olla, decide ir a esconderla al bosque de Silvano. Estróbilo, que ha estado escondido, le ha escuchado.
Licónides cuenta a Eunomia, su madre, el amor que siente por la hija de Euclión y la apurada situación en que la ha puesto; después le ruega que convenza a Megadoro, para que éste le ceda como esposa a la joven. Eunomia le promete que así lo hará. Se oyen los gritos de Fedria, que sufre los dolores del parto.
Aparece con la olla el esclavo de Licónides, feliz por el hallazgo del tesoro.
Euclión está al borde de la locura por la pérdida de la olla. Licónides oye sus lamentos y los interpreta como una expresión de su disgusto por el alumbramiento de su hija.
Diálogo lleno de malentendidos entre Licónides y Euclión, ya que este habla de su olla y Licónides, de Fedria.
El esclavo de Licónides muestra su euforia, pero su amo le ordena que devuelva el oro a su legítimo dueño.
Falta el final del texto de la comedia. Algunos fragmentos y otras noticias sobre esta obra permiten suponer un final feliz: Licónides consigue recuperar la olla y se la devuelve a Euclión. Con su devolución, éste sufre un cambio tan repentino, que, tras sensatas reflexiones sobre sus deberes de padre, se desprende del tesoro causante de tantos infortunios, dándoselo como dote a su hija, que se casa con su querido Licónides. El viejo avaro, sin su tesoro, ha recuperado su cordura y el sueño.