POSEIDÓN, dios constructor de las murallas de Troya, que está a punto de abandonar la ciudad dado que ya no hay templos en los que se le rinda culto, expone los antecedentes de la situación. La ciudad ha sido conquistada y saqueada, sus hombres asesinados, sus mujeres hechas prisioneras y aguardando el sorteo que las asignará a un amo. Antes de irse, se presenta ATENEA, ofendida por el ultraje de Áyax Oileo, que ha violado a Casandra en su templo. pide su colaboración para destruir su flota. Poseidón acepta y se van. Hécuba se halla postrada delante de una tienda de campaña dominada por el dolor que sufre ante la pérdida de su esposo e hijos. Maldice a los griegos y a Helena y lamenta su cercana esclavitud. Como jefe de coro incita a cantar al coro de muchachas troyanas.
Es un diálogo lírico entre Hécuba y el coro: ¡Ay! ¿Nos llevarán en las naves lejos de nuestra patria? Expresan sus deseos de dirigirse a Atenas, Corinto, Tesalia, a cualquier lugar, salvo Esparta.
Se presenta el heraldo Taltibio. Anuncia a Hécuba que ya han sido sorteadas. Casandra será esclava y concubina de Agamenón, Políxena será sacrificada ante la tumba de Aquiles, Andrómaca ha sido asignada a Neoptólemo, el hijo de Aquiles, y ella, a Odiseo. Cuando se le pregunta por el destino de las muchachas del coro, el heraldo solicita la presencia de Casandra. Esta se presenta en pleno delirio profético, agitando una antorcha y cantando su propio himeneo, aparentemente alegre. Advierte que su unión con Agamenón va a ser la ruina de los Atridas. Tras el canto lírico, Casandra expone, más serena, que los auténticos perdedores de la guerra son los aqueos, pues durante la guerra sufrieron más que los troyanos, dado que estaban lejos de su hogar y a partir de ahora, porque les esperan grandes calamidades, especialmente a Odiseo y a Agamenón. Taltibio amenaza a Casandra y censura a Agamenón por tomar como concubina a semejante fiera. Hécuba sigue lamentando sus desventuras y su próxima esclavitud.
El coro pide a la musa que entone un canto de duelo sobre Troya y canta los últimos momentos de Troya, cómo introdujeron el caballo dentro de las murallas entre cantos y danzas, cómo todos creían terminada la guerra. Y finalmente, la desolación.
Dialogo entre Hécuba y Andrómaca. Esta entra sentada en un carro, sentada. Lleva a su hijo Astianacte sobre las armas de Héctor. Es un treno o lamento fúnebre por sus respectivos muertos. A continuación, Andrómaca informa a Hécuba sobre la muerte de Políxena. Hécuba se lamenta y Andrómaca la advierte que Políxena es más feliz que ella al estar ya muerta y no tener que seguir sufriendo. Recuerda su antigua felicidad y cómo ha cambiado su suerte. Hécuba la anima a vivir, pues tal vez su hijo pueda volver a poner Troya en pie. Llega Taltibio e informa a Andrómaca la decisión de los aqueos de matar a su hijo.Hécuba entona un treno o lamento fúnebre por Astianacte.
El canto del coro alude a la primera destrucción de la ciudad a manos de Heracles y Telamón. Echan en cara a los héroes troyanos divinizados, Ganimedes, Titonio,... su pasividad ante los hechos.
Llega Menelao en busca de Helena para llevársela a Esparta y matarla allí. Hécuba se incorpora al oírle y se dirige a él alabando su actitud y le previene contra su poder de seducción. Sale Helena de su tienda acompañada por los soldados. Menelao le informa de la decisión del ejército y ella intenta defenderse. Helena culpa a todo el mundo, empezando por Príamo, por no matar a Paris, como debía y en especial a Afrodita, que domina hasta el mismo Zeus y la arrastró a ella. Además, tras la muerte de Paris, ella trató de huir y refugiarse en el campamento aqueo. Hécuba no da credibilidad al juicio de Paris y contesta que no fue Afrodita, sino la lujuria quien la perdió. Helena suplica piedad y Hécuba previene a Menelao de que no regresen a Argos en el mismo barco.
El coro reprocha a Zeus, antiguo protector de Troya, el abandono de esta. Llora su propia suerte y desea que un rayo destruya la nave de Menelao en su regreso. Insiste en que no les toque en suerte ir a Esparta.
Cuando el coro termina su canto, aparece Taltibio con el cadáver de Astianacte. Taltibio transmite las últimas órdenes de los aqueos. La flota está a punto de partir, aunque Neoptólemo ya zarpó llevándose a Andrómaca. Hécuba pronuncia una oración fúnebre llena de patetismo sobre el cadáver de Astianacte. Taltibio da órdenes de que prendan fuego a Troya, y a las prisioneras troyanas que los sigan, pues va a zarpar la flota. Hécuba y el coro entonan un treno o lamento fúnebre por Troya, que está ardiendo.